domingo, 27 de abril de 2008

25. Muerte

"¡Gretel! Calienta el horno" -dijo la Bruja, ya cansada de esperar a que Hansel engordara.
Gretel obediente, calentó el horno con la esperanza de que la Bruja no pudiera leer su pensamiento.
Hansel mientras tanto hacía aspavientos a su hermana para hacerle ver que era ella a quien la Bruja pensaba cocinar, pues como él le había estado enseñando un hueso de pollo en lugar de su dedo, la Bruja ya estaba cansada de esperar a que el niño engordara. Según la Bruja, que ya moría de hambre, Gretel tendría más carne que su hermano.
Cuando el horno estaba bien caliente, la Bruja abrió la puerta y tomó a Gretel del brazo, Gretel intentó empujarla y patearle el trasero muy fuerte para que alcanzara el fondo y fuera ella quien se quemara ahí dentro; pero el hermano gritó, ¡no! ¡a ella no! ¡Yo te he estado enseñando un hueso de pollo y no mi dedo! mírame, que estoy bien gordo ya, ¡no cocines a mi hermana!
Gretel se distrajo por el grito y la fuerza de la Bruja le ganó y ésta logró empujarla hasta el fondo del horno. La Bruja cerró la puerta, tomó la llave de la jaula de Hansel, abrió y lo cogió del brazo.
-"ah, ¡pero si que hoy me daré el banquete del año con ustedes dos! nada más les falta un poco de sal."
La Bruja abrió la puerta y metió también a Hansel en el horno.
La Bruja se rechupaba los dedos cuando escuchó unas vocecitas, eran otros niños que comian de su casa...

sábado, 19 de abril de 2008

viernes, 4 de abril de 2008

23. Muerte

"Una mosca parada en la pared, en la pared, en la pared.
Ana masca parada an la parad, an la parad, an la parad."
-Ahora tú Valeria
"Ene mesque perede en le pered, jijiji, en le pered, jijiji, en le pered"
-jijiji Mami, Valeria canta como mosca
-A ver, ahora tú Toby
"Ini misqui piridi in li pirid, in li pirid, in li pirid"
-jajaja Ma´ ¡Toby canta como gusano!
-¡y tú como mosca!
-¡pues tú como gusano!

-Mira cabrón a mi esos de la banda 4 leyes ya me tienen hasta la madre. Ya les advertí que no se metan en nuestro territorio o sino les parto su mandarina en gajos. -Momia, ya te dije no es de advertirles, es de partírselas y punto, aquí las cosas de ley se hacen, no se dicen, sino eres puto güey, mariquita sin calzones, se los quita y se los pone....¡jajajaja!
-Pus si Matamoscas ya lo sé, pero entiende que el Micki es el güey de mi hermana La Lisi cabrón y cada que tocamos a uno de su banda, él le parte la madre a ella, y mi jefa se pone bien loca. Yo ya le dí su calentadita a La Lisi güey, pero no más no entiende. Es re pendeja como todas las viejas.

-¡Guusaaanooo, guusaaanooo!
- ¡Mírala Mamá, ya dile que me dejeeee!
- Ya Valeria, deja a tu hermano en paz. Su Papá viene manejando, no lo dejan concentrarse en la carretera.
- ¿Cuánto falta para llegar Mamá?
-Ya te dije Valeria, fíjate en los letreros. A ver, ahí está uno: ¿qué dice?
- Dice que faltan 57 kilómetros
-¿Entonces Valeria? ¿Cuánto falta para llegar a casa de los abuelitos?
- Pues menos de una hora, porque 100 kilómetros son como una hora, ¿no?
- muy bien Valeria.
- Mamá ¿cómo es que Valeria siendo una mosca puede pensar?
- ¡Ya Toby! ¡tú ahora no empieces!

-Pues mira mai yo digo que vayamos a su lado y les advirtamos que si se vuelven a meter a nuestro lado, les partimos toditita su jefecita y como seguro se nos echan, pues de una vez les partimos todita y acabamos con el pedo. ¿Qué dices pinche Momia?
- Pues va, sólo que a ver qué dicen estos putos, ¿no cab´?
- A ver banda: el Momia y yo hemos decidido que vayamos del otro lado del puente a decirles que qué pinche pedo atorado tienen a esos de las disque 4 leyes, ¿que dicen puuuutoooos?
- psss oooorale cabrón vamos, pero a la voz de ya. Que ya me tienen bien hasta la coronaza.
- Si valedor, yo le traigo unas pinches ganas al Chaquito que ´uta.
- No que al Chaquito, al Micki güey ese se cree bien carita, pinche totonaca.
¡jajajajajaja! ¡Pus orale que pa´luego es tarde puuutoooos!

"Siete elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistían fueron a llamar a otro elefante.
Ocho elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistían fueron a llamar a otro elefante.
Nueve elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistían fueron a llamar a otro elefante..."

-¡Orale cabrón ahi´stán güeeeey del otro lado del puente puto!, ¡vamos córrele!
-¡Mira aviéntale esa piedrota güey, dejasela caer en toooda la cabezota al puto!

El Momia coge la piedrota. El Chaquito saca una pistola de entre su chamarra y le dispara al Momia, la bala penetra por el pecho del Momia, la piedra cae por el barandal del puente y penetra con enorme violencia por el parabrisas de la Ford Escape Roja que pasa por la carretera federal debajo del puente y se encuentra directamente con la cabeza del copiloto, que era Adriana, la mamá de Valeria y Toby.

Geraldina González de la Vega
Con todo mi respeto a las personas que han sufrido este accidente.

jueves, 3 de abril de 2008

22. Muerte

El Crimen Perfecto
por Carlo Cardez

Después de casi 30 años de vivir con ella, la vio una vez más en la cama y se dio cuenta de que la había matado.
Nadie nunca iba a sospechar de él. Los que los conocían y los que los habían conocido podían decir que él siempre la había querido. El no era de los que envidiaba a otras parejas, en todo caso, siempre los habían envidiado a ellos. Desde la primera vez que los vieron juntos, nunca más los volvieron a pensar a el uno sin el otro. Y esta historia era contada por los demás, no por él. Nunca nadie le conoció interés por otra mujer. Sí hubo mujeres que se interesaron por él, pero siempre atraídas por la forma en la que hablaba de su familia, atraídas por el deseo de tener lo que él daba a otra.
No se inventó viajes de placer disfrazados de negocio. No trabajaba a deshoras en lugares en los que se brinda con vino tinto. El perfume de sus hijas nunca fue el pretexto de perfumes ajenos. Nunca tuvo que esconder teléfonos o recados inoportunos, de esos que aparecen de repente en sacos poco usados. En casa nunca levantó la voz mas que para reír amplio y largo. No levantaba las manos mas que para dejar entrar cuerpos y sumirlos en grandes abrazos. Adoptó a su familia política con tanto cariño como lo adoptaron a él y así se hizo de hermanos y hermanas, y tuvo más de una madre que se sintiera orgullosa de él y más de un padre para pedir consejo. Igual ella.
Casi 30 años en los que vio amigos entrar y salir de su casa con diferentes mujeres, a veces diferentes hijos. Los que estuvieron con ellos cuando los tiempos no eran tan buenos, sabían que fue entonces cuando más fuertes fueron. Los vieron soportar juntos y sufrir juntos cuando la familia se hacía más chica, y los vieron llorar juntos también, cuando se les hacía más grande.
Nunca nadie iba a sospechar de él. No en una casa en la que no faltaba algo que hiciera recordar su vida juntos. Muebles que se transformaron a necesidad, fotos de sus juventudes y de todos sus tiempos. Recuerdos de viajes en los que paseaban su felicidad.
Pero la veía ahí tendida en la cama y no comprendía cómo pasó todo. En la misma cama en la que compartieron tanto. Cenas, sexo, hijos. La misma que llegó para sustituir a la que por accidente se convirtió en el lugar en el que su perra parió. La misma perra que ahora vieja estaba parada junto a él, como siempre, esperando a que se pusiera la pijama antes de saberlo seguro e irse a dormir. Pero esta noche todavía no había pijama, así que ahí seguía de pie junto a él, también de pie, viendo a la mujer que mató.
“Creo que tenemos que hablar” dijo ella. Y él se dio cuenta de que ella sabía que la había matado. Todavía no sabía cuándo pero estaba dispuesta a averiguarlo. Así sin pistas, sin motivo, sin alevosía, sin cómplices. Sin dejar rastro ni huella y después de tanto tiempo, ella lo había descubierto. La había matado hacía 15 años y se odiaba por eso. No importa cómo se encubra tarde o temprano la verdad siempre encuentra una forma de revelarse. Porque aunque aún haya quien piense que es posible, no existe el crimen perfecto.

21. Muerte

Cinco Campechanos
por Ricardo Cárdenas

“Te voy a contar una cosa que no es real, es fantasía que hace la gente, pero es verdad. Allá cuando la última guerra, esa del 910 –porque la de los cristeros no fue guerra, esos nomás se mataban pa’ no dejar decir misa a los curas- bueno pues… había mucho matado porque en ese tiempo todo mudo andaba armado. Yo creo que por bravos... No, y pos ¡cómo no! si estaban matados sus hermanos y sus tíos y todos. Así le pasó a Luis, su hermano matado, sus tíos matados, su mamá matada y también su hermana matada, pero a ella cuando estaba chiquita. Y ese fue uno que yo conocía que era un cabrón y a ver, dile algo. Se tronaba a todos. Muchacha que le echaba el ojo, la tomaba. En esa época era fácil, nomás te la subías al monte y ni quién te dijera nada, porque además era fácil comprar al policía, ahora no, ahora sale más caro. Era otra época, la mujer pues no trabajaba como ahora ¿verdá? estaba donde tenía que estar y cuando salía, pues se le esperaba… sólo en la revolución que los cabrones soldados se las cogían a todas, hasta a las más niñas y si no fueran buenas pa’ los huevos, hasta a las gallinas. Ahí sí te tronaban fácil. Como al primo de mi mamá que lo tronaron cuando se rasuraba –porque antes se rasuraban en un espejito chiquito en la pared- y cuando estaba de espaldas entraron once y le dieron. Hasta el suelo agujeraron, porque antes los suelos eran de madera. Había mucho matado. Había tanto matado que luego los militares pasaban y los arrejuntaban a todos y los cargaban en un carro, de esos de mulas, los tiraban en una zanja y les prendían fuego los cabrones. Y fíjate bien lo que te digo porque de ahí salió la enfermedad esta de la gripa.”
Yo, que estaba escuchando sólo dije: ¿Cuánto es de cinco campechanos con todo, y un refresco?

20. Muerte

No Contar
por Ricardo Cárdenas

Nunca supo cómo empezar las cosas. Un tanto como me siento yo ahora que no puedo empezar a hablar de lo que tengo que contar. De inmediato empiezo con frases vacías de falsa contundencia, un tanto parecido, eso sí, a la forma que tenía él de contar sus pequeñas proezas. No me refiero a que la vida esté llena de pequeñas proezas, no. Eso es pura retórica y no estoy con ánimos de político o filósofo. Nunca lo he sido y ni siquiera me da el ánimo para pretender serlo, nunca me ha dado. Casi siempre más bien, y por regla general, le doy muchas vueltas al asunto y rara vez estos caminos circulares me llevan hacia algo concreto. Sobretodo cuando se trata de él. Tampoco tengo mucha disciplina, y eso siempre ayuda… a perderte en todo y en nada quiero decir. Mi ánimo es muy pobre muchas veces, como hoy. Tanto que ahora haber llegado hasta aquí me sorprende a mi mismo.
Pero basta. Cualquiera pensaría que todo esto es depresivo y lo estoy usando para no sé qué, pero no. Tampoco se trata de confundir ¿no? Me refiero a que la intensión de empezar a contar algo que para mi es importante era buena, así que algo debe salir de aquí. Trataré de empezar entonces, otra vez.
Nunca supo cómo acercarse a la gente y decir lo que sentía. Perdón, pero también es un poco como yo me siento ahora. Es una confusión sentimental que provoca un ahogo del lenguaje en aguas turbulentas contaminadas de tristeza. Este tipo de emociones que te obligan sólo a disfrutar de cosas sencillas. No porque disfrutar de las pequeñas cosas sea una postura intelectual, no por Dios, nunca trataría de engañar a nadie diciendo de mi algo así. Es más bien porque cuando estas tan inconciente en una depresión sólo te puedes fijar en cosas pequeñas. Tan pequeñas como tu estado de ánimo. Pero aquí estoy otra vez hablando de cosas que no tienen nada que ver con lo que en algún momento traté de empezar a escribir, y para ser honesto, ya no lo tengo tan claro yo tampoco.
Nunca sonó sincero. No, eso no es completamente cierto, quizá sería más honesto decir que al oírlo hubo muchas veces que no sabía si era sincero o no. No conmigo, esto no es un reproche. Es cuando lo oía hablar con otras personas cuando esto me punzaba más. A ver, si en este momento pudiera empezar otra vez y pudiera cambiar lo que digo, lo que he dicho… pero eso sería como querer empezar todo desde el principio, principio. Una vez más, perdón, no me siento bien.
Una vez me dijo… no, muchas veces dijo como diciendo al aire… no, tampoco. A veces, cuando se le oía decir cosas dirigidas hacia mi, se podía oír lo que deducía de la vida. Una forma muy complicada de decir que sus palabras eran escasas y fuertes. Es como si hablar de todo esto fuera prohibido, la forma en la que me siento, quiero decir. Pero como me dijo alguna vez, yo siempre he sido inoportuno, en acciones y en palabras. Siempre fue como si de una misma cosa tuviéramos una lectura diferente, como si yo viera lo rico de una fruta bien encerada, como las ponen en la calle y él, el respeto ciego a la propiedad privada… Creo que al final no lo voy a poder contar.
No sé que voy a hacer. No sé qué decir. Yo quería mucho a mi padre y mañana lo tengo que enterrar.

19. Muerte

martes, 1 de abril de 2008

18. Muerte

Una de Rapunzel
Arturo Ignacio Peón Barriga

El príncipe saltó por la ventanita de la torre donde la bruja de Rapunzel lo tenía atrapado sin darse cuenta que apenas el día anterior el jardinero se había desecho de los añejos arbustos que afeaban el traspatio. Murió instantáneamente con múltiples fracturas en el cráneo.

17. Muerte

Autodeterminación
Arturo Ignacio Peón Barriga

La vida del hombre entra en una espiral de mala suerte: su mujer le pide el divorcio para irse a vivir con su amante; su jefe lo despide del trabajo; el banco le confisca la casa por no haber podido pagar la hipoteca. Dos días después, mientras se dirige al trabajo en el centro de la ciudad, un camión en contraflujo lo atropella en eje central. Con el último supiro de vida, desconsolado, se pregunta qué es lo que ha hecho mal. Busca una explicación a tan acre destino. No la encontrará, pues ha pasado demasiado tiempo como para que su mente establezca una conexión entre lo que hoy le ocurre y su ancestral afición de torturar catarinas aplastándolas sádicamente con el pulgar.

lunes, 31 de marzo de 2008

A qué huele la muerte?

Respuestas:
by Ricardo Cardenas
huele a conejitos...
by Ram Metalero
pues muchos dicen que a azufrepero yo no se si esto es verdad
by Jimena
A putrefacción.
by rosa m
poliaromas-agrio-amargo-flores marchitas-putrefacto-rancio-detestable-r... inodora-
by mdg_92
todaví no me morí pero cuando me suceda vulveo y te cuento
by Jijo
Huele a cal de las fosas comunes....
by Vinicolav Chp3ovak
huele...?juro que no lo sabia...mañana mismo tomo a un muerto y le pregunto....
by chichama...
Àcido. Los olores normales se acidifican.Particularmente, el olor a claveles me saben a muerte.
by Grauchu4763
a mentol. ( te libera los pulmones )Te hace respirar profundo.Genial pregunta! te felicito!
by Mcartney
No puedo decir a que huele la muerte, si entiendo que la pregunta va orientada a lo que olerías cuando te mueras. Sólo podría conjeturar a que creo que podría oler.Si la pregunta va encaminada a decir a que huele cuando estás delante de un muerto, entonces por mis experiencias, te diré que la muerte no me huele a nada. En esos momento s he estado mas preocupado por otras cosas que por los olores.
by Daniel B
La muerte huele a gris, y es gris oscuro cuando el golpe es duro.
by seragu
Como podriamos responder los vivos esto???
by JOŞE ĘL GĄTO FĘROZ
Me huele a formol... Una vez tuve la oportunidad de entrar en una necroteca (creo que así se escribe), que es el lugar donde hay cadáveres para el estudio de la medicina, no se como describir ese olor, pero a eso me huele la muerte... Saludos felino amigo!
by SOLEDAD
El olor de las flores a mi siempre me recuerda a los muertos. Sin embargo espero que a la hora en que yo me muera, pueda sentir el olor de mis hijas.
by ANGI21
ME GUSTA TU PREGUNTA Y HU-ELE A ROSAS O A JAZMINES
by ∂ιαиα †мαтιsЧαнu
a abandono y desproteccion
by gatomanc...
Te repito lo que te dije en la anterior respuesta, no existe un olor tan desagradable.
by elvago95
A ABANDONO SOLEDAD TRISTEZA TERROR ACORRALAMIENTO
by Mariana N
A seco, a incienso y a brasas de fuego
by mirlu
Agrio... se huele agrio a nivel de sensacion y aspereza en la propia piel...
by TAmy....
Depende la muerte.. Si es de un ser querido puede oler a extraño, a tristeza y Amor. Si es de una persona que nos hizo daño puede oler a etapa terminada y agradecimiento que dios se lo llevó.Suerte!
by yoyita
a soledad...a jazmin....a tierra y polvo...
by Pablito
La muerte huele a miedo porque el humano no ha asumido todavía que cuando se acaba la vida, sa acaba todo. Cuando uno se muere, se acaba la película, y se va en polvo más o menos nauseabundo según donde y como se le pone.Lo que pasa, es que a la raza humana le falta madurez, coraje y valencia para afrontar con sencillez la cruda verdad de la nada que sigue el fin de la vida. No me acuerdo quien dijo que la muerte rompe la vida, pero es un imbécil; la muerte hace parte de la vida; es la vida. Para quitarse el miedo, el humano o por lo menos los más cobardes, tiene que persuadirse de que no se acaba la cosa así, tiene que creer que hay una segunda parte a su propia película; los listos, como el perpetuo abuelito del Vaticano y todos los adeptos de su secta lo han comprendido hace mucho tiempo y han aprendido a aprovechar esta debilidad para servir sus propósitos. Los curas, como la araña que paraliza a su víctima antes de nutrirse de ella, son los únicos seres capaces de sacar renta de la inercia de los pueblos. Porque no reconocer también que los caballos, los perros, los piojos o las lechugas tienen una vida post mortem, sería igual de ridículo. Los perros no tienen miedo a la muerte, sino respeto y es lo que deberíamos sentir frente a ella, sólo respeto, porque es uno de los acontecimientos más importantes de la vida, más que nacer. El instinto de conservación, como el de reproducción, este gusto innato por la supervivencia que compartimos con los caballos, los perros, los piojos y las lechugas no es nada más que la respuesta lógica de un ser que sabe perfectamente que tiene que hacer durar el placer de esta vida porque no hay nada después; nada consciente por lo menos porque la materia no desaparece; cuando se deshace esta maravillosa pero casual distribución de materia que hace posible el pensamiento, esta materia sigue su camino de materia, momentáneamente inmovilizada en este ínfimo trozo de universo que es nuestro planeta hasta que se precipite en un agujero negro o se funda en alguna supernova.
by sirenita
a tristeza, a dolor...a alquitrán que chamusca la piel...no sé describirlo lamentablemente para tus fines literarios....pero es algo inexplicable como la misma muerte....huele a oscuridad, a tinieblas....como verás lo mío es más visual que propio del sentido del olfato....es que papá falleció hace poco y siento el amargor en mi boca de esa situación....de ver todo nublado y fue un día que el sol era impresionante....a vacío....aunque estaba todo lleno de gente cumpliendo con sus tareas sin mirar al de al lado....la muerte solo la puede oler quien la haya visto pasar de cerca o quien haya muerto. Es el olor a la desolación y el desconsuelo.
by Fergie
a formol, madera, tierra....
by PiterP
peste
by lap115go
la muerte huele a primavera a cambio a evolucion a paso pues se deja lo que tanto se quiere para convertirse en algo propio de cada uno pues para el muerto puede el olor sea de despedida pero para el que queda no deberia oler a tristeza sino a valentia
by gatomanc...
Si te referis al olor que da un cadaver, es muy desagradable, es incomparable.
by aurelia b
Estoy de acuerdo con Paul, solo que la muerte a mi en lo personal me da miedo, no a morir en si, sino a estar enterrada dentro de la tierra. eso se me hace muy sofocado y ese es mi miedo, que opinan ustedes? Besitos
by pedernal...
a gladiolos mustios ,no faltan en los velatorios
by Anaid
A día nublado y con brizna mojándolo todo.
by romana
Todo depende del estado del alma al morir.Dicen los místicos que lo relacionado a la santidad siempre huele a flores, especialmente a rosas, por lo que si se está en estado de gracia, sin dudas se comenzará a sentir un hermoso perfume.La persona que muere santamente, asistida por los santos sacramentos, muere sonriente, además.Mientras que lo relacionado al mal, al infierno, siempre tiene un desagradable olor a putrefacción y azufre. La persona se desespera y tiene temor, lo que la hace a su vez desprender su última adrenalina y transpiración, con el mal olor final.

miércoles, 26 de marzo de 2008

16. Muerte

Sonó el clarín para anunciar cambio de tercio.
"Con el permiso suyo, Sr. juez."
"¡Hey guapa! ¡Esta va por usted, que éste sí que tiene trapío, de aquí, os digo, sale uno de los dos vivo, y si ha de ser él, que salga en cuatro patas! ¿He guapa? ¡Que usted se encarga de eso, y que Dios reparta suerte, guapa!"
Miroslava se paró y recibió la montera que cayó violentamente entre sus manos. Ella elegantemente se sentó, levantó la ceja izquierda y agitó la cabeza levemente hacía atrás lo que hizo que su coleta se moviera un poco, en señal de agradecimiento y coquetería, pero nunca le sonrió. Aunque sí lo hizo por dentro.
Se veía demasiado atractivo ataviado en ese traje color grana, los alamares dorados brillaban en las pupilas de sus ojos, Luis Miguel se dió la vuelta, arrastró sus zapatillas por el albero y gritó órdenes a sus subalternos.
Miroslava se abrazó a la montera. Aquella mole roja de más de 600 kilogramos era demasiado violenta, ni siquiera los puyazos lo habían apasiguado un poco, embestía, rugía y gemía. Salían babas de su boca y nariz, la sangre comenzaba a coagularse en el papel de china amarillo y morado, también en su lomo.
"Sang" un jijón bien armado, ya había sido sometido a la suerte de banderillas, en donde el matador se había lucido frente a ella, Miroslava no quería conceder, pero su alma se carcajeaba de felicidad. Él estaba teniendo una de sus mejores tardes, y ella, era la protagonista y la protectora.
Luis Miguel se acercó al callejón, se refrescó con un trago de agua y mientras bebía la miró de reojo, sus miradas se encontraron, sonrió, cogió su muleta y se abalanzó sobre los estribos, dándole la espalda. El toro enfrente, dando la espalda a la puerta de cuadrilla, pateó hacia atrás, rascando el albero, bufó, el público estaba en silencio.
Luis Miguel gritó al toro ¡venga, ea! y éste embistió, dió un derechazo que hizo al toro estrellarse con la madera, enfurecido, recobró el sentido y Luis Miguel brincó a la izquierda. Un natural, olé, otro, olé, derecha, ¡ooleé! aplausos. El toro furioso rascó de nuevo la arena que ya estaba seca. Ésta voló alzándose en una nube café. El matador llamó nuevamente con la muleta, ¡ea ea! mientras aquélla tela color rojo se movía con el viento, Sang embistió, un derechazo, óle, otro, óle, otro, ¡oolé! un natural ¡ooooleeé! aplausos. Se estrelló con las ancas contra las tablas, el toro estaba furioso, volteaba y embestía la barda del callejón.
Luis Miguel cambiaba de muleta y mientras sus mozos entraban al quite, unos desde el callejón, otro dentro del ruedo. La miró de nuevo, y le cerró el ojo, mientras cambiaba la espada por el estoque, éste brilló lanzando un relámpago.
Luis Miguel volteó, quedaron frente a frente. Se miraron a los ojos, el toro sin quitarle la vista de encima, bajó la cabeza, rascó la tierra, bufó, Luis Miguel le gritó ¡venga, ea, he he bonito, ea! abrió el capote por la derecha y descubrió el estoque, Sang embistió, y en eso Miroslava suspiró, Luis Miguel se distrajo, volteó a su derecha, donde ella se encontraba, en ese momento Sang subió la cabeza, el pitón blancuzco y lleno de sangre y arena, bien afilado, entró directamente por entre el costado del lado izquierdo y perforó el corazón de Luis Miguel, al mismo tiempo que el de Miroslava.
El matador quedó incrustado en las astas de Sang durante unos segundos, hasta que los subalternos y el otro matador salieron al quite. Luis Miguel cayó abatido en el redondel, el albero seco flotaba como en un remolino sobre su cuerpo sin vida y se combinaba con los borbotones de sangre que salían de su pecho. Miroslava, de pie, abrazaba la montera contra su pecho y al mismo tiempo se cubría la cara con las manos, con los ojos bien abiertos. La sangre del torero comenzó a derramarse en la arena, era del mismo tono que la chaquetilla que sus mozos intentaban quitarle. Mientras, el matador Antonio Ordóñez se preparaba para matar a Sang. Miroslava se acercó al callejón, y gritó "¡Antonio, no! ¡no lo mates! él ganó. Déjalo".
Antonio la miró, y asintió, pues él había sido testigo de las palabras de Luis Miguel, y entonces bajó la espada. Mientras el personal de la plaza se llevaba ya en una camilla el cuerpo de Luis Miguel, el juez de la plaza concedía el perdón al toro y se abrían las puertas de toriles. Toro y torero salieron al mismo tiempo. Ésta vez el toro en cuatro patas y el matador sin vida cargado por el personal.
La plaza quedó en silencio. La banda comenzó a tocar "Suspiros de España".

Geraldina González de la Vega

15. Muerte

Buenos Aires, Abril de 1976
El compañero camina por los pretiles

(Eduardo Galeano - Días y noches de amor y de guerra)

4.

Ahora no vamos a jugar al fútbol.
El equipo se desintegró.
Vicente dirige, con Fico y conmigo, la revista. Dos por tres nos vamos a comer pizza por ahí, porque nos gusta y porque ayuda a no pensar que cada noche puede ser la última. Vicente conoce las mejores pizzerías de cada barrio de Buenos Aires.
- En ésa, sentate cerca del horno del fondo, no el de adelante, y pedite una pizzeta media masa, bien cocida abajo, con roquefort, tomate y cebollines. Después me decís.
La sabiduría le viene de los tiempos de estudiante, cuando él correteaba las pizzerías de Buenos Aires vendiendo la muzzarella podrida que fabricaba un amigo. Las pizzerías buenas son las que no le compraban.
La otra noche fuimos a comer pizza juntos. Vicente andaba tristón. Esa mañana los diarios habían publicado, medio perdida por ahí, la noticia de la muerte de un militante que había defendido. El cadáver había aparecido en un pantano, junto con el hijo chiquito. Él se llamaba Sebastían. A la mujer, Diana, la habían asesinado cuatro meses antes.
- Sabés cuál fue el día más felíz de mi vida? - me dijo Vicente-. El día que conseguí juntarlos en Tribunales. Llevaban dos años presos y sin verse. Los iban cambiando de cárcel y siempre les tocaban cárceles distintas. Cuando a él lo mandaban al norte, ella venía al sur. Cuando ella iba a parara a la provincia, a él lo metían en Devoto. Por fin conseguí juntarlos, con el pretexto de un careo. Yo nunca vi a nadie besarse así.

lunes, 24 de marzo de 2008

14. Muerte



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Tribunal de Núrenberg para crímenes de guerra: Ejecución del general alemán Anton Dostler (NARA)

domingo, 23 de marzo de 2008

13. Muerte

Premonición
Joaquín Bernal

Juan Ramón Estrada tiene una intuición repentina mientras cierra la puerta de casa. Está seguro de que hoy va a atropellar a un hombre. Un temblor leve le sube por la espalda y siente una fiebre fría en las sienes. Pulsa el botón de llamada del ascensor pero no ocurre nada. La lucecita verde sigue marcando «libre». Aprieta impaciente, cada vez más fuerte, como si intentara gritar con el dedo, pero el ascensor sigue dormido y él decide bajar por las escaleras. Sigue viendo, entre espantado y extrañado por lo vívido de la imagen, la cara de ese hombre en el momento congelado en que su coche le troncha las piernas a la altura de las rodillas, y cómo parece tumbarse sobre el capó muy despacio, con el pelo revuelto y un mechón blanco en el flequillo. Juan Ramón Estrada está tan absorto que no oye el tintineo del euro que cae de su bolsillo al sacar las llaves del Ibiza.
Doce minutos después, Angustias Robledo sube por esas mismas escaleras. Viene de comprar el pan y sujeta una barra contra el pecho. En el suelo del descansillo entre el primer y el segundo piso está el euro, de pie, y ella piensa de repente que fíjate que es difícil y ni a posta, mira. Se agacha para cogerlo y la barra de pan se le escurre al soltar la mano derecha. Ella intenta agarrarla entre manoteos antes de que acabe en el suelo, pero lo único que consigue es darle una palmada leve e involuntaria en uno de los extremos, suficiente para que la barra describa un grácil arco sobre la barandilla de madera y caiga por el hueco de la escalera. Angustias Robledo contiene la respiración durante algo menos de dos segundos, hasta que el pan golpea las baldosas de abajo. Ella deja salir un sonido gutural tan corto y contenido que tiene más de jadeo que de grito. Se asoma por encima de la barandilla y ve la barra allí abajo. Le falta un pedazo de uno de los extremos. Mira el euro al lado de sus pies y suspira antes de volver a agacharse para cogerlo.
Ocho minutos después está en su cocina, discutiendo con Manuel Recuero, su marido, porque éste tendrá que ir hoy a comer de menú; no hay pan con el que hacerle el bocadillo habitual. Ella se ofrece a bajar de nuevo a la panadería, pero él le contesta, casi le ladra, que ya no se puede esperar. Sale de casa dejando tras de sí una una estela de mal humor, jirones que se chocan contra las esquinas del pasillo y se disuelven en volutas invisibles.
Cinco horas y diez minutos después, Manuel Recuero baja del andamio, se sacude el yeso del mono y saluda con la mano y con desgana al resto de la cuadrilla, que se ha sentado en un tablón apoyado sobre dos bidones, al pie de la obra, dispuestos a comerse sus respectivos bocadillos. Él resopla y se dirige al bar «El Puente», al otro lado de la carretera, donde tienen menú del día. Luego y que no ahorramos nada, se dice.
Diecinueve minutos más tarde, a los de la cuadrilla se les atragantan por un instante los bocadillos de caballa, de lomo frito, de tortilla de atún, cuando un ladrillo se hace añicos contra el tablón, justo entre dos de ellos. Justo en el hueco en el que Manuel suele sentarse a comer. Es un ladrillo visto, de los de fachada, dice uno de ellos mirando los trozos a su alrededor. Los demás se encogen de hombros y dan tragos simultáneos a las latas de Mahou.
Treinta y dos minutos después, Manuel Recuero vuelve de comer, y escucha boquiabierto de la caída del ladrillo y de la suerte que has tenido, hay que ver. De repente siente que el ladrillo es una señal, el aviso oportuno, la advertencia obvia entre andamios y palustres. La forma más directa de dejarle claro que está vivo por pura casualidad, hoy y ayer y mañana. Se quita el mono, dando saltos sobre un solo pie mientras tira de la pernera derecha, y sale de la obra para ir a casa lo antes posible. Se meterá en la cama y cerrará los ojos hasta mañana, hasta pasado, hasta el mes que viene, hasta que se le pase esa fiebre como fría y esa vibración extraña a la altura de los riñones.
Echa a andar hacia su coche, pero no termina de cruzar la carretera. Oye el crujido ominoso cuando el Seat Ibiza blanco le golpea por debajo de las rodillas y lo lanza hacia adelante diez o doce metros, donde acaba boca arriba con los ojos abiertos y la fiebre yéndose poco a poco, mientras el mechón blanco de su flequillo se mueve agitado por un viento húmedo.

http://deletras.bitako.com/ficcion/premonicion.html

jueves, 20 de marzo de 2008

addenda a 12. muerte

Crucifixión -- Salvador Dalí





La piedad -- Miguel Angel








12. Muerte

Lucas 23 – La pasión de Cristo

Jesús ante Pilato

1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.2 Comenzaron a acusarle diciendo: "Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey."3 Pilato le preguntó: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" El le respondió: "Sí, tú lo dices."4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: "Ningún delito encuentro en este hombre."5 Pero ellos insistían diciendo: "Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí."6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.

Jesús ante Herodes

8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.

Sentencia de muerte

13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo14 y les dijo: "Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis.15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.16 Así que le castigaré y le soltaré."18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: "¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!"19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,21 pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícale, crucifícale!"22 Por tercera vez les dijo: "Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré."23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes.24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.25 Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

Camino de la cruz

26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.28 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!30 Entonces se pondrán a = decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! =31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?"32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.

Crucifixión

33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.34 Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen." Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido."36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre37 y le decían: "Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!"38 Había encima de él una inscripción: "Este es el Rey de los judíos."39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: "¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!"40 Pero el otro le respondió diciendo: "¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho."42 Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino."43 Jesús le dijo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso."

Muerte de Jesús

44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.45 El velo del Santuario se rasgó por medio46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: "Padre, = en tus manos pongo mi espíritu" = y, dicho esto, expiró.47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: "Ciertamente este hombre era justo."48 Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.49 Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

Sepultura

50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.54 Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,56 Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.






De como hacerte reir con la muerte I

Clásica escena de Pulp Fiction

Muerte en el cine



Genial.
"Let´s keep going"

martes, 18 de marzo de 2008

addenda a la 11. Muerte

A propó de la foto de los borregos y del comentario recibido, vino a mi mente la historia de "Ronni y Donni".

Hace ya más de 15 años llevaron a dos borregos a mi casa para una comida para festejar mis 17 y los 14 de mi hermano, ¿o fueron 18 y 15?

Al final del jardín en casa de mis padres, justo en la esquina del lado izquierdo, se construyó un horno para barbacoa ¡debajo de la tierra! El horno fue construído de acuerdo con las indicaciones de "expertos chefs de barbacoa". Aquélla mole blanca de cemento, con dos tapas de lámina, era en realidad un pozo que tenía alrededor de 1 metro o dos de profundidad. Y en donde según las antiguas recetas debería ser cocinada la blanda carne de dos carneros para dar de comer a los más de 100 comensales que iban a llegar la tarde de aquél sábado de octubre.

En esas épocas trabajaba en casa de mis padres un Señor que se llama Ángel Vázquez, oaxaqueño de orígen, de Putla. Don Ángel ayudaba a mi mamá con la casa, principalmente con la cocina, pero se creó una leyenda de que "en casa de los González tenían un cocinero oaxaqueño", cosa que sonaba muy pero muy chic. Siempre nos dió risa, pero nunca corregimos. Don Ángel no era un gran cocinero, hacía tinga sin tinga y cosas raras, pero aún así estuvo siempre al pie del cañón con su mandil naranja fosforescente de plástico, su interminable cigarro en la boca y su pala de madera. Tenía el pelo cano desde siempre y la piel morena grisásea, las cejas pobladas y unos bigotes como del tío sam pero entre blancuzscos y amarillentos por la nicotina, sus manos eran duras y callosas como las de un campesino, aunque nunca supe si trabajó la tierra, creo que Don Ángel siempre ha sido hierba de ciudad. Don Ángel era más bien bajito, no pasaba del metro sesenta y el mandil le incomodaba los pasos al caminar, pues era de plástico duro, cuando daba pasos el plástico sonaba y se podía percibir como rozaba contra su pantalón de casimir. Cuando salía a "arreglar algún asunto a la calle", se quitaba el mandil y lo colgaba detrás de la puerta de la despensa, Don Ángel manejaba su Datsun gris ´73 con una gorra del F.B.I. y un walkie talkie en la mano. Ése era Don Ángel. Su esposa, una señora bajita y gordita de ojos verdes claros, como aguamarina, con una voz muy tipluda, de las que duelen, era, según recuerdo de Hidalgo, de donde la barbacoa es un plato típico. Su padre, osea, el suegro de Don Ángel, era "chef de barbacoa", según nos enteramos.

La historia de los borregillos comienza un viernes al medio día. En prepa podíamos salir temprano si no teníamos clases, y ese viernes alguien faltó o algo pasó pero salimos temprano, una amiga, M., y yo fuimos a mi casa, no sé a qué, a recoger algo, no recuerdo. Cuando llegamos nos encontramos a dos felices borregos brincando en el jardín de mi casa y comiendo pastito.
M. los vió y como yo, se acercó a acariciarlos, yo ya sabía cuál era el objeto de su visita, y no quise encariñarme con ellos, pero M. no. No era la primera vez que había animales exóticos en mi casa, tuvimos un par de zorros, un cocodrilo y hasta una iguana, entre otros. M. pensó que sería otra mascotita y me preguntó que cómo se llamaban.
- Pues no, no tienen nombre M.
- ¡¡Ah pues hay que ponerles uno!!
- pues si.... mmm, no se me ocurre nada güey.
- ¡ya sé! Ronni y Donni como los siameses del circo, ¡¡ja ja ja ja!!
- ¡ja ja ja ja ja! órale, esta bueno el nombre güey. Bueno vamos arriba.

Total que subimos y nos volvimos a ir, seguramente a Vip´s de San Jerónimo o al New York Deli.

Regresé por la tarde.

The Texas Chain Saw Massacre es una pendejada alado de lo que era el patio de mi casa. Había sangre por todos lados, lozeta, margaritas, barda, horno, Don Ángel, mandil naranja, esposa, suegro, cuchillos, tinajas, puertas de vidrio, trapos, toallas, manos, caras, todo, todo estaba bañado en sangre. Los borregos colgaban de las patas, no recuerdo exactamente de dónde. Un hilo rojo prúrpura, denso y brillante colgaba de sus cuellos y derramaba en unas tinajas de plástico que recogían su sangre, sus cuerpos, antes ágiles y blancos, estaban batidos de sangre y tierra, y los de los tres carniceros también.
Ronni y Donni habían sido muertos para hacer una deliciosa barbacoa con la que todos, menos M., nos chupamos los dedos al otro día. Cabe mencionar que M. se volvió vegetariana, y eso que ella no volvió a mi casa el viernes por la tarde.

Receta:
El pozo debe ser recubierto por una capa de piedras que deberán ser calentadas el día anterior. La carne seleccionada, preferentemente un carnero adulto, (junto con algunas partes de visceras) debera ser ligeramente quemada, especiada y normalmente envuelta en pencas de maguey. Se coloca un recipiente sobre la cama de piedras que servirá para captar el jugo que la carne despide durante su cocimiento y que se conoce como consomé. Se recubren ambos y el horno se tapa ya sea con las mismas pencas, piedras y/o una capa de tierra. Se enciende un fuego encima de este en el cual se utilizan diversos materiales (usualmente leños de madera de ocote) y se deja cocinar por alrededor de 12 horas.

¡Buen Provecho!

Geraldina González de la Vega

11. Muerte

Muerte por destazamiento
Let the man wear the fleece of the sheep
Óptica: Juan Luis Covarrubias V
www.samurai-films.blogspot.com

10. Muerte

Cartas al Guaire
El cartero Anibal Escalante vacía su bolsa sobre el río Guaire desde el puente de Guatopo. Un hombre, que contempla el mismo río quinientos metros corriente abajo, se encuentra de pronto con docenas de cartas que cubren el agua. Pequeñas, grandes, papel blanco, papel manila, papel rosado, con sello púrpura, con sello celeste. Por pura curiosidad pesca uno de los sobres y descubre que se trata de la carta que él mismo escribió a una mujer de pelo negro y labios finos. Decide que este hecho insólito es un aviso del mismo Guaire y hace pedazos tanto el folio como el sobre. En el mismo instante en que él arroja los fragmentos de vuelta al río, una mujer grita a varios kilómetros de allí y se lanza por una ventana tras dos meses de esperar respuesta de su amante. Su cuerpo restalla contra el suelo de la plaza de San Pedro de los Altos justo cuando los papelitos tocan la superficie del agua. Su pelo negro se empapa en sangre sobre las baldosas y la gente se arremolina con las bocas abiertas y los ojos morbosos. Un viejo admira sus labios finos en un susurro. En el otro extremo de Caracas, Anibal Escalante, aún con el uniforme de cartero, entra en un barecito para tomarse una chicha fresca, a la sombra, contento de haber terminado el reparto tan pronto.

Joaquín Bernal

(http://deletras.bitako.com/cuatacora.html)

lunes, 17 de marzo de 2008

9. Muerte

Piedad, como todas sus amigas de "La Miguel", soñaba con ir al Rum, al Millenio y a todos los lugares donde se juntaban las chicas populares de Campeche.
Mientras caminaba rumbo a casa, venía con la mente distraída pensando en "Calín" Buenfil, el hijo de los vecinos de su abuela Aidaelena. Como siempre, Piedad llevaba el paso firme para no llegar ni un minuto tarde a casa, pues su madre le contaba el tiempo con un cronómetro. Almalicia oía la campana de "La Miguel" desde el zaguán de su casa que dejaba abierto toda la mañana para que refrescara, la brisa del mar y el olor a sal le gustaban y le hacían buena compañía mientras rezaba el rosario como todas las mañanas de su vida. Mientras sobaba cada perla del rosario de caoba que había heredado de su abuela, Almalicia oía cómo las olas del mar se estrellaban en el malecón, justo enfrente de su casa en la Calle 10. El crucifijo colgaba sobre su falda, gris oscura, y bailaba de misterio en misterio.
Piedad apretaba el paso pues se había distraído recogiendo un panfletillo que estaba tirado en el piso, le llamó la atención el título "Esto es cosa de mujeres", tomó el papelito, lo dobló y lo guardó entre su blusa y su falda. Siguió caminando a paso más veloz, tanto que ya no tuvo tiempo de pensar más en Calín y en el fin de semana que pasarían todos los de la clase en Acapulquito. Piedad cruzó la calle 12 y dobló a la derecha sobre la 10, unas cuadras más y estaría en casa justo a tiempo. Almalicia ya había preparado la comida y la esperaba sentada frente al zaguán que daba hacia la parte trasera de la casa. Cuando el cronómetro marcó el momento, se abrió aquélla puerta de madera y justo a tiempo, Piedad entró.
Almalicia le dijo "bien hija, puedo seguir confiando en que regreses sola de la escuela, ni un segundo tarde. Es malo que distraigas tu alma con las cosas mundanas, Dios no te perdonaría si lo olvidaras un segundo. Ven, vamos que la comida está lista." Almalicia se sentó en la mesa, tomó la servilleta de tela que estaba doblada a un lado del plato y la estiró con un ademán de la mano derecha, después, la colocó muy lentamente sobre su regazo. Sirvió agua en su vaso y como Piedad no venía, comenzó a golpear el delgado vidrio con el cuchillo. "¡Piedad! pero ¿¡qué haces?! tengo hambre y tú bobeando seguramente, no distraigas tu alma y apúrate con la sopa".
Piedad le respondió "Si, madre. Perdón." Y terminó de servir la sopa en los dos platos y los llevó a la mesa. Rezaron "El Credo" y un "Gloria" antes de empezar a comer. Comieron en silencio. Como siempre. Almalicia no se movió de la mesa. Piedad sirvió y recogió, lavó y guardó todo. Mientras su madre, inmóvil, rezaba de nuevo con ambas manos apoyadas sobre la frente y el rosario bien apretado en la derecha. Las puertas de madera estaban cerradas, pero la brisa del mar podía entrar por las rendijas superiores de éstas.
Piedad se disculpó para retirarse a su habitación a estudiar. Su madre le dijo que sí con la cabeza y no la volteó a ver. No necesitaba recordarle la rutina diaria, pues como todos los días de la vida de Piedad al 10 para las siete se irían a la misa en la Iglesia de San José.
Piedad entró a su cuarto y ábrió las ventanas de madera que daban a Calle 10, dejando, como siempre, cerradas las rejas que la protegían de los "males de la calle". Hacía mucho calor, y Piedad hubiera dado lo que fuera por salir a correr por el malecón con sus compañeras de la escuela. Amigas, no tenía ninguna. "Dios es y debe ser tu único amigo" le decía su mamá cuando Piedad se atrevía a pedir permiso de ir al cine o a cenar unos sincronizados a San Francisco.
Se acostó en su cama apoyando la cabeza sobre sus brazos y cerró los ojos, sintió como la brisa entraba por la ventana y como le rozaba la piel. En ese momento se acordó del panfletillo que recogió en la calle, a unas cuadras de la clínica. Piedad se paró de un salto y salió de su cuarto, su madre seguía inmóvil en la mesa del comedor, en la misma posición. Piedad se metió al cuarto de baño, cerró la puerta y sacó el panfletillo de entre sus ropas. Éste decía:

"Esto es cosa de mujeres, el riesgo de contraer cáncer de mama se incrementa con la edad, pero el cáncer de mama tiende a ser más agresivo cuando ocurre en mujeres jóvenes. Por eso es importante que te autoexamines. La forma más común de cáncer en las mujeres, es el cáncer de mama. A través del autoexamen podrás detectarlo a tiempo y recibir un tratamiento adecuado. Intenta hacerlo una vez al mes. Instrucciones para el autoexamen:..."

Piedad siguió leyendo el folleto que contenía informaciones y datos valiosos acerca de una enfermedad que sabía ella, era seria. Ya había matado a su abuela Alma y que probablemente mataría a su madre si no se dejara examinar pronto por un médico. Esa bola que tenía en el seno izquierdo no era normal, podía verla a través de esas blusas completamente cerradas. Piedad dejó el folleto sobre la tapa del excusado y desabotonó su blusa, se paró frente al espejo y se desenganchó el brassiere, comenzó a autoexaminarse.
En ese momento se oyó un portazo, entró Almalicia en el baño, Piedad brincó hacia la regadera y se tapó el pecho con ambos brazos, el brassiere desacomodado, tapaba su barbilla y la blusa estaba abierta hacia ambos lados de su cuerpo.
Su madre la vió con ojos de fuego, miró hacia todos lados "¿¡Qué hacías hija del diablo!?".
Piedad señaló con su dedo tembloroso el folleto que estaba sobre el excusado, éste estaba abierto en la explicación con dibujos sobre cómo hacer el autoexamen.
"¡Lo sabía, lo sabía, desde el momento en que naciste, supe que eras hija del diablo, supe que me condenarías al infierno, que las llamas del mal me quemarían el alma por ser tu madre, desde que tu padre, el maldito, se aprovechó de mi en la noche de pintadera en ese inmundo estacionamiento público, desde entonces traía él la máscara del diablo, lo supe, lo supe siempre, maldita, pero te voy a enseñar el camino correcto, el camino de Dios y de María santísima, por el que tendrás que caminar recta toda tu vida, ángel caído, ven acá!".
Almalicia jalaba por la trenza a Piedad y la golpeaba en la cara, en la espalda, en la cabeza con las manos y con el rosario, Piedad intentaba protegerse tapándose con los brazos los golpes, y con los pechos al aire. El crucifijo que colgaba del rosario le había golpeado varias veces en la cara haciéndole unos rasguños que sangraban un poco.
Almalicia condujo a Piedad a golpes hasta el patio, ahí, en el lavadero lleno de agua con jabón, le sumergió la cabeza, "¡eres una cerda!, ¡hija del diablo!, ¡tocándote el pecho!, Pero ¿¡Cómo te atreves?", mientras, seguía golpeándola y sumergiéndo la cabeza de Piedad en la pila una y otra vez. Cada vez que lograba sacar la cabeza, Piedad no podía casi coger aire.
Su madre mientras gritaba "Dios nuestro Señor, la voy a reformar, voy a hacer que su alma pertenezca a tí, voy a hacerla digna del Reino de los Cielos, perdónala por favor!"
"Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."
"Padre nuestro, que estás en los cielos..."
Y la sumergía de nuevo, a golpes. Piedad, entre el ardor del jabón en sus ojos, en la nariz y en la boca, el dolor de los golpes y la humillación, seguía luchando por jalar aire cada vez que lograba sacar la cabeza del agua, su madre la recibía con otro golpe y seguía "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor..."
Almalicia seguía golpeando a Piedad, la fuerza del rezo la hizo olvidar que su hija necesitaba aire para vivir, derrepente el cuerpo de Piedad ya no ponía resistencia, su cabeza estaba impasible dentro de la pila llena de agua, su pecho desnudo yacía recargado en ella, sus piernas colgaban de su cuerpo como dos guiñapos que acababan en un par de zapatones negros. Sus brazos se desprendieron del lavadero hacia los lados de su cuerpo abatido. El agua hacía olas blancas, como las del mar, apacibles y tersas, después de aquella violencia ácuea entre el pelo oscuro trenzado de Piedad, el rosario de caoba y las pompas de jabón que acontecían violentamente y que le secuestraban el aire.
"...sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén"
En ese momento Almalicia se dió cuenta de que Piedad ya no se resistía, y no se movía, tiró de la trenza y vió la cara mansa de Piedad con los ojos cerrados, llena de jabón.
"¿Por qué Señor?
¿Por qué te la llevas a ella y no a mi, si mi alma es tuya?"

Geraldina González de la Vega

domingo, 16 de marzo de 2008

8. Muerte

Repetición instantánea

“Dado el antecedente de Escobar, reconozco que vuelvo no sin sobresaltos a mi patria, pero el exilio es la peor tortura a que puede ser sometido un hombre”. Esta fue la última declaración de John “El durito” Forero, antes de ser asesinado en plena sala de llegadas internacionales del aeropuerto “El Dorado” de Bogotá. John pasó los últimos 15 años de su vida entrenando un equipo de 2ª división en Johannesburgo. Era célebre por haber errado con un tiro vergonzoso el penal decisivo de los cuartos de final del mundial de Sudáfrica 2010 en el juego entre Colombia y Croacia.

Arturo Ignacio Peón

7. Muerte

Causa raiz

Casi una semana después de que los afiliados dejaron de ir al club porque la alberca estaba fría como témpano de hielo, el intendente encontró los cuerpos de los novios, desnudos, calcinados, entrelazados sobre los tubos ardientes de la caldera.

Arturo Ignacio Peón

6. Muerte

Ser y nada

- “¡Hijo de putain! ¡Cabrón! ¡Poco hombre! Va-t´en au diable! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste elegir esto?”

… Silencio.

- “Sin duda, madame de Beauvoir. Es natural que esté desolada frente a la muerte de su amante.”

… Silencio. Un sollozo ronco y breve.

- “Aquí termina la sesión. Nos vemos la próxima semana.”, dijo el senil Jacques-Marie Lacán.

Arturo Ignacio Peón

viernes, 14 de marzo de 2008

5. Muerte

Ya oscureció, es hora de salir a buscar.
No hay mucho viento, como las últimas noches, el viento ha sido terrible, los abedules del patio interior no se mueven como ayer, como si bailaran, toda la noche tambaleándose. Es muy difícil caminar en la orilla del muro con ese viento. En la noche todo es más fácil, los animales casi no se dan cuenta si camino lento, despacio, en silencio.
Pero con el viento me cuesta trabajo, mis pisadas no son tan firmes.
Hay pocas luces encendidas, algunas ventanas solamente. El chico que estudia, como siempre, está allí postrado lee y lee. Dos pisos más arriba los flashes de luz siempre me distraen, parece que salen de la ventana, luces moradas y azules brillan en la oscuridad y se reflejan por todos lados.
Más abajo, en el patio del edificio de enfrente, sale siempre una mujer y prende todas las luces, ilumina todo el patio, los árboles hacen sombra y mis víctimas se esconden, la mujer solamente saca unas bolsas que después aprovechan algunos ratones, y temprano, las aves para comer. A veces me he animado a ir allí a buscar algo interesante, pero nunca hay nada, por eso mejor ya no voy.
Odio que lo haga pues ahuyenta a mis víctimas.
La noche es algo fría, todavía es invierno. Afortunadamente ya pasó la época de heladas, nadie sale cuando estamos bajo cero. Solo yo. Y más cuando tienes una camada aullando de hambre.
La puertita que me ha dejado la vieja del sótano es ideal, puedo salir sin molestar a nadie, y regresar cuando yo quiera.
Desde el otoño nadie se ocupa del jardín, ha crecido mucho la hierba y eso para mi eso es perfecto.
Me decido, y salgo por la puertita, brinco al muro y camino despacio, las luces de la ventana de arriba me distraen, fijo me vista en ellas, pero mis extremidades no se mueven, siguen petrificadas como si quisieran dar un paso, derrepente el chico estudioso se para de su mesa y volteo a verlo, me ve, nos vemos a los ojos, y hace como que nada, y se dirije a la puerta de su habitación. Sigo mi paso. Me distrae un ruido entre aquella selva que ha crecido en el jardín, hay un par de bancos y una mesa de madera entre la hierba, hay algunas bolsas de plástico que el viento ha colado allí.
Nada.
Sigo con pasos delicados por la orilla, sin caerme, balanceándome. Mi cuerpo se siente todavía pesado después del parto, la leche, y todo el trabajo. Es difícil ser madre.
Viene una ráfaga de viento que hace remolino por el patio, mueve los árboles y suena en la hierba seca que no ha sobrevivido el invierno. Voy a mitad de la barda, casi para llegar al patio del edificio de enfrente, en la parte más baja, donde puedo saltar al otro patio, ahora con este cuerpo que es tan pesado no soy tan ágil como antes.
Se prende una luz y oigo un grito "no!" iba a dar un paso y me quedo así, inmóvil. Puedo ver dos a través de la ventana del cubo de las escaleras. Ella rechaza el brazo de un chico y sigue subiendo, él se tambalea un poco. Me quedo hipnotizada un rato con la luz y el movimiento de su pelo.
El temporizador de las escaleras se apaga.
Sigo mi camino hacia el pretil. Lento, un pie después del otro. Me siento tranquila. Oigo ruidos en la hierba, creo que será una buena noche.
Cuando me preparo para descolgarme al pretil, se prende de nuevo una luz, esta vez en el departamento del tercer piso de la izquierda, donde termina la barda. Ha salido al balcón de enfrente una mujer de rosa con una luz naranja que echa humo, otra vez, como siempre, mira las estrellas y aspira humo de esa luz que aumenta de intensidad de vez en vez. La luz se apaga al cabo de unos minutos, mientras yo me descuelgo del pretil al jardín.
He escuchado algunos ruidos entre la hierba.
Finalmente, caigo en silencio, trato de ser muy sigilosa, pues yo ya les he oído, ellos a mi no. Oigo el movimiento entre las hierbas, como truenan las hojas secas, las ramas que han caido de los abedules se mueven y hacen ruido. Las bolsas de plástico se enredan entre las ramas. Derrepente puedo verlo, ahí está, con sus manitas buscando, moviendo.
Mi vista lo fija, siento como mi cuerpo tiembla, mis hombros se colocan en posición y mi cabeza se baja, mi vista siempre fija. Mis uñas salen, y siento un poder que me invade, cómo mis ojos se quieren salir de mi cuerpo, y mis muñecas jalan, pero mis dedos tiemblan y se estiran. Mi cuerpo se prepara. Ahí está mi presa de hoy, la cena de mis hijos.
Ella sigue busqueteando entre las hojas secas, rumiendo en silencio, mirando nerviosa hacia todos lados con sus ojos ciegos. Sin radar. Sin sensores. Con los dientes de fuera, encorvada con las manos torcidas y las orejas bien erectas.
Me preparo para que no se de cuenta, mi cuerpo se prepara apuntando hacia ella.
Cuando se prende de nuevo una luz, esta vez en el edificio de la derecha, la luz ahuyenta a mi presa.

Aparece de nuevo la pareja del cubo de las escaleras, la reconozco por los largos cabellos dorados y la luz que en ellos se refleja. Él la jala otra vez y otra vez, ella se suelta con un ademán y camina rumbo a una puerta, él desaparece.
Ella sigue trantando de abrir la puerta, cuando él llega por detrás y toma su cuello entre sus manos, ella se mueve, baila violentamente. Él la jala, y ella trata de deshacerse de sus manos, sus cabellos rubios me hipnotizan, bailan como pastos en los que se refleja la luz del sol, se enredan entre los brazos que la aprietan.
Los ojos de él no tienen reflejo, son negros como la noche de hoy, sin estrellas. Ella se arroja contra las paredes y yo no puedo dejar de seguirlos, mi presa se ha ido, pero mis ojos siguen clavados allí en los cabellos dorados, la luz que emiten, su movimiento.
Él voltea hacia mi, me ve, mis ojos y los suyos se encuentran por un minuto, su mirada me penetra las pupilas y me asusta, me domina, pero no puedo huir, ahí me quedo, como una piedra.
Ella derrepente se vuelve trapo entre sus brazos, como mis víctimas entre mi boca.
Su cuerpo se vuelve suave y lánguido como el de los ratones después de clavar bien los dientes en su cuello, su pelo dejó de brillar, de moverse, ya no se reflejaba la luz. Decidí regresar a casa, no hay más que hacer aquí.
Creo que él es un gran cazador.
Ojalá la vieja nos haya servido Whiskas para pasar la noche.

Geraldina González de la Vega

jueves, 6 de marzo de 2008

Subestimé el trabajo, sobrestimé mi capacidad

En el primer post en donde planteo la idea de las 365 formas de morir, subestimé el trabajo que implicaba escribir cada día una historia acerca de una manera de morir. Maneras de morir hay muchas, maneras de contarlas también, pero no todas son amenas y no todos los días tiene uno cerebro para hacerlo.
Sobrestimé mi capacidad de escribir y creí que podría hacerlo cada día, hoy veo que no, pues a pesar de que se me ocurren formas de morir, no se me ocurre como contarlas y la idea es esa, la narrativa y no el morbo.
De manera que modifico el formato, narraré una muerte cada vez que me inspire! Si son dos en un día mejor.

Así es que si antes eran muy bienvenidas las colaboraciones, ahora más que nunca, necesito de tú ayuda. Cuéntame una muerte!!!